sábado, 17 de diciembre de 2011
Mezclábamos nuestra sangre.
Tanta suspicacia en su mirada, tanto escepticismo en sus palabras. Era como navegar entre infinitas ideas diferentes y que ninguna lograse entender. Era sumergerse en todos sus malos recuerdos; asfixiarse, agobiarse con esos recuerdos y que se fueran todos clavando cada vez más profundo. Y que cada vez fueran doliendo más...
Eran esas palabras las que se clavaban, las que perforaban su mente en esos momentos de absoluto delirio, esas palabras que tanto daño le habían hecho.
Esos 120 días ahora se vuelven a su cabeza como si no hubiese tenido suficiente, como si le fueran a perseguir el resto de su mísera vida esas 120 razones para odiarse y saberse totalmente inútil y dispensable.
Ya casi no recordaba su nombre, ya casi había desaparecido, era ya sólo en sus sueños cuando la tortura seguía, ya no quedaban marcas en la piel, ya no temblaba ni lloraba, ya no lo solía hacer...
Sólo quería, en su delirio, desaparecer... y con ella, sus recuerdos.
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