lunes, 26 de abril de 2010

El mundo sobre la hidra.


Si antes la gente me miraba mal, ahora me mira peor.

El mundo se me hace tan inmensamente enorme desde que abro los ojos por la mañana hasta que a la noche los cierro, que cada vez creo caminar más lento sobre él. Mis pasos cada vez son más diminutos y mi cuerpo, ese reflejo falso de mi propio yo, va también encogiéndose hasta el más vano intento de desaparecer. Todo se me abruma y se condensa en un solo lastre que debo cargar a mi espalda allá donde voy; claro, a todo eso píntale una sonrisa y un fondo rosa, para que parezca bello...
Sigo llevando tras de mí un mar ennegrecido de trastornos, paranoia y difusión de la realidad propia, que a veces me consume y consigue ahogarme en la más puta suciedad, hasta llevarme a su fondo abismal en el que hay días que desaparezco por completo y me pierdo en su más profunda oscuridad.
No controlo, aún, a mis siete cabezas independientemente pensantes, cada una con veinte problemas diferentes, cuarenta necesidades distintas y ochenta deseos por cumplir; se contrarian entre sí y, todas ellas, formando una sola cabeza, crean el peor de los caos existenciales: la mente humana.
Tampoco controlo, y quisiera controlar...pero mejor no, mis brotes de bipolaridad extrema. Puedo llorar mientras río, gritar de furia mientras gimo de placer y ofuscarme de la más horrible causa mientras me lleno por completo de paz y tranquilidad. Esa soy yo y ese es mi caótico mar interno.


Pensé que raparme media cabeza acabaría con alguna de las 7 cabezas restantes; pero no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario