viernes, 24 de diciembre de 2010

Sospechas.

Cuando por fín amaneció, y yo aún estaba tendido en la calle, se dejó de ver la ciudad; la niebla la cubría por completo y hasta mis ojos se volvieron borrosos y tristes.
Me acercé hasta el puente donde se produjo el asesinato, para sentir la muerte un poco más cerca.
Fue hace dos días exactos cuando vi a un hombre en el mismo sitio en el que me encuentro ahora, agarrando a otro por el cuello hasta asfixiarlo y luego lanzarlo al río.
No recuerdo demasiados detalles, ya que mi sangre se medía en grados de alcohol en esos momentos, pero, lo que recuerdo perfectamente, es la manera en la que ese hombre se encendió un cigarrillo tranquilamente después de haber asesinado a su vecino, del que sospechaba de acostarse con su mujer, para luego apagar ese mismo cigarrillo en mis pies descalzos con un pisotón.
Los conozco, conozco sus vidas, pero no la mía.Y puedo asegurarte que las sospechas de Javier, el asesino, no eran ciertas y que, quizás, su sofisticada mujer no era tan sofisticada como todos pensaban, porque, sospecho que se acostaba con un triste vagabundo al que esta mañana lo ha despertado la gélida niebla.
Quizás debiera sentir culpabilidad alguna por el pobre hombre ahogado, pero no es así, no soy culpable de nada, excepto de mí mismo.

1 comentario:

  1. Un texto misterioso para disfrutar esta noche buena. Un gran abrazo y ¡¡Felices Fiestas!!!

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