Despierto... los rayos del sol aún no inundaron por completo mi habitación, pero sí lo suficiente para abrir definitivamente mis ojos. Es temprano, demasiado aún. Me preparo un café y pongo un pastel en mi bandeja, tan dulce, tan delicioso...
Es genial despertar cuando tus ojos ya se han cansado de estar cerrados y tu mente de soñar. Despertar cuando quieres hacerlo, no cuando debes.... y desayunar, todo lo que te plazca, sin temor.
Un soplo de aire fresco entra por la ventana del comedor, me ayuda a enfriar el café...y mientras, mordisqueo muy despacito el pastel. Sabe tan bien cuando asumes que no lo vas a vomitar... Claro que no lo voy a vomitar, yo eso ya lo superé, fuí más fuerte y ahora soy como cualquier otra persona normal, que desayuna, almuerza y cena... Aunque por dentro, sigo pensando en ayunar o hacer cualquier trastada con la comida... y si por mi fuese lo haría, pero sé de sobra que no lo haré.
Y cuando crees que lo que estás viviendo es real...que ya saliste de tanto asco, que ya respiras tranquila al despertar, que no tienes miedo a nada y mucho menos a engordar....Suena el despertador, aùn no ha salido ni un jodido rayo de luz... está todo oscuro, te levantas y te preparas un café solo con edulcorante, sin una sola caloría... y semi dormida, piensas en cuantas comidas te vas a saltar...y cuantas otras vas a volver a vomitar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario